15.5.07

Contra la desesperación


Crece como silencio
desde el fondo del agua
como la luz del ojo de los peces.
Crece sin su límite
desde la huella que es nada sin su lluvia.

Espejo del infierno.
Océano sin sal.
Agua en su locura.

Los enfermos caminan hacia tu oráculo.
Buscan la palabra que les devuelva un pie
que les arranque un tumor de las entrañas.
Pero aquí sólo hay dolor.
Y es un dolor que abjura de la música.

Quítame de encima la sordera
la coz del desvarío
la pata de la angustia.
Quítate del cielo
diosa oscura.
Déjame llamar
gritar el nombre amado
alejar de la muerte lo que crece.

Ya estoy de pie otra vez.
Me mantiene parado lo que amo.

Río


En el agua llego a lo último de vos, cofre que encierra lo innombrable. Y el agua inicia el rito, agua en los dedos de Dios. Es un murmullo de volcán el río de oro, es un cuchillo de silencio demorado. Agua de anillo, Paraná, oro redondo.
Vamos camino al fondeadero de almas. Todo se acaba menos la luz, filtrada entre las hojas y los ojos. Me escribe el agua del silencio. Brazos del río más diminutos. No se llega a un lugar, se llega al crepúsculo.
Detrás de la vegetación, que oculta una buena fauna musical, se adivina la luz como una cúpula, la bendición del día. La noche llega de a poco; es una mano que se tiende, un párpado cansado, una leyenda.
El río aparece, crece y desaparece. Así las curvas de sus rincones secretos pintan los cuadros que los ojos desean. Los árboles acercan el viento, regresan a un tiempo donde el agua es verde. Los diamantes del sol caen y quedan sobre la superficie.
Un día como cualquiera partimos. Estoy en lo último de vos y te abrazo, para recordar.