Patria
I
¿Qué parte de ceniza es el codo de un hombre,
el hombro, la punta del pie derecho?
¿Qué parte de ceniza, una clavícula,
un lunar bajo el lóbulo
de la oreja, la boca
del estómago?
Cenizas
recién hechas de huesos
dan a la tierra su color
y fibras
a los músculos del cielo.
Cuerdas de liras que no alumbran
ni arpegian entre las estrellas.
¿No sabe nadie
ser conocido en ninguna
forma desechabe?
Cadáver calentito.
Partes de ceniza son un hombre
que es otra cosa que un hombre
que ha perdido la boca para siempre.
A la silueta sigue lo deforme:
la forma de la silueta.
Figuras de ceniza
se reflejan en el muro como sombras
chinescas.
El polvo gris se ajusta
a nuevas vidas subterráneas
que laten bajo el muro. La sombra
pugna por salir. La forma
es arte de seducción. No hay
conejos ni lobos ni
palomas. Ceniza
que pugna por salir. Poros
a través del muro dejan
escapar la sombra: la seducción.
En las manos se recuerda su tibieza.
Cadáver calentito.
Entre hileras de árboles frondosos
caminaba la sombra
de un hombre de ceniza. Miércoles.
Una mujer buscaba
su forma en hombres de ceniza.
Se habían conocido en otra vida.
Tocaban su tibieza con todo
el cuerpo. Sólo que
no hay cuerpo o
sólo de ceniza.
Cada parte toca lo que
al instante cambia de sitio.
¿Se reconocen?
Otra variedad del tacto,
la caricia universal.
Del vientre de una chimenea
lo que no es ceniza se hace humo.
La asfixia
del calor traga la vaga
asfixia.
Sensualidad aérea.
Espesa en los dedos negros.
Cenizas en los astros:
las manchas de la luna.
Cadáver calentito.
II
Sombras
a los lados de los árboles
sobre la chimenea.
Chispas.
Eléctricos despojos de ojos
de terca
mirada acicalada.
Brotes
de panes de ojos
sobre la chimenea
mean
el aguardiente.
En los ojos
hinchados de venas
hinchadas por el alcohol.
Bravo
brebaje indígena
de piel de saurio en extinción.
Sombras a los lados
de los árboles.
Sobre la chimenea.
Es de mañana.
La madrugada cedió paso
a lo lánguido indefinido.
La tibieza del sopor
de lo lánguido.
Es de mañana.
No se sabe quién
cedió paso. Hay
sobre los árboles sombras
a los lados de una
chimenea.
Húmedos despojos de ojos
de humo de ojos
con nubes en los
ojos.
Eléctrica tormenta
de pie en los corazones.
Un corazón ha fugado
de su pecho sin rastros.
Entre silencios se oye
su animal desposarse con despojos.
Restos
de lo que fue un hombre se dejan
llevar en lo que flota. El aire.
El humo. Los
ojos.
Para el decapitado
el ahorcado
el fusilado
el depuesto en cámara de gas
el caído en sillas
eléctricas
tormentas de pie en los corazones.
Los ojos de los muertos miran
en silencio. Los muertos
obedecen a una sombra superior.
Vuelan los ejércitos de restos
de despojos
hacia la sombra de los árboles.
Nadie
ha visto respirar a
nadie. Nadie
ha escuchado una queja.
En sus ojos cae la tormenta. Agua
que se deja llevar.
¿Nadie se acuerda de morir para los muertos?
Nadie les abre una botella
de alcohol para saber.
Las hojas de los árboles son mudas.
El asombro es de las ramas
reflejadas en el agua.
No es necesario saber.
O se sabe con el cuerpo
lo que en el cuerpo palpita sin señales.
¿Se vuelve luego al horizonte?
¿Lo circular?
No hay reposo en esta ruina.
Cadáver calentito.
III
Padre:
madera que ha cruzado mares
corcho que los niños queman
para pintarse bigotes en la cara.
¿Llegaste al horizonte y caíste
en cascada de arena?
¿Partiste de un hachazo de sombra
tu paciencia?
¿O te fuiste simplemente, quieto
como un barco en una botella?
Este poema es parte de la obra Poemas sin libro, Ediciones en Danza, 2002.