Aguafuertes anatómicas
Anatomía y piquetes
Este texto fue escrito en el año 2002, en momentos de duros ataques del gobierno de Duhalde contra el movimiento piquetero, que tuvieron su punto culminante en el asesinato de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán en la estación Avellaneda.
El anatomista y poeta Avelino de Oviedo observa la realidad bajo su lupa de diez aumentos. Se trata –como todo lo visible– de una realidad descuartizada, fragmentada de modo anárquico. De Oviedo mira a través de esa lente no lo que hay, sino lo que hará. Disecar es una tarea zen –dice para sí–, como cualquier tarea que se realice concentradamente.
Sobre la mesa –de una pulcritud literaria– se dispone el instrumental, brillante sobre fondo mate. Las piezas que podrían representar un peligro potencial de heridas, a la izquierda; el resto, a la derecha. Avelino de Oviedo es minucioso, detallista; es decir que ejercita el sentido de la visión. La lente, salvo en el centro, deforma la imagen, y el anatomista y poeta conoce los resultados de la ilusión.
¿Pero de qué realidad se trata? ¿Qué es lo disecable, en todo caso, y qué conviene dejar intacto? En definitiva, ¿qué resguardar y qué cortar? El anatomista se enfrenta a este dilema cotidianamente, pero para él ya ha dejado de ser un dilema: existe un protocolo para las aponeurosis, uno para los paquetes vasculonerviosos, y así.
El poeta que hay en el anatomista se pregunta si esta es toda la realidad, si es posible ver toda la realidad de un golpe de vista y, finalmente, si existe toda la realidad. Por el momento, Avelino de Oviedo está quieto y, por primera vez en muchos años, no se decide a empezar o, si esto fuera posible, no sabe cómo.
Recurre, entonces, a su arsenal poético: piensa en el modo como se cortan los versos. Allí el problema se le agrava: ¿verso medido o verso libre?; si es medido, ¿qué cantidad de sílabas?; si es libre, ¿qué ritmo, dónde respirar?
Las encrucijadas le resultan fastidiosas: Avelino de Oviedo es un hombre expeditivo, es decir: seguro de sí. Pero ahora teme: ¿qué resguardar, qué cortar? Él, que es un gran lector, no puede leer esa realidad que ya se ofrece descuartizada, fragmentada. Bajo su lupa se enfrenta al detalle de una totalidad que no es capaz de percibir.
Hace unos días leyó en un matutino de gran tirada una nota sobre los cortes de rutas. Como es un hombre de gabinete, lo sorprenden las manifestaciones masivas; lo sorprenden y, de algún modo, lo fascinan. Pero esta vez su fascinación fue más allá: lo sedujo la idea de que gente desocupada hubiera podido unirse en la lucha. Sintió latir en esa fuerza el germen de la organización. Comprendió –si es que se puede comprender algo– que, si bien la totalidad es impensable, no es impensable la mayoría.
El anatomista y poeta Avelino de Oviedo experimentó una piloerección. Ahora estaba claro el sentido de su pregunta: ¿dónde cortar, qué resguardar? El empírico –como gustaba autodefinirse– recogió el instrumental y lo dispuso ordenadamente en sus respectivas cajas. Luego apagó las luces y salió a la calle. Estaba inestable. Él también.
1 Comments:
Hola Eduardo. Felicidades por esta iniciativa y muchísima suerte!
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